Dándolo todo por una boca que apenas tiene besos que
ofrecerme. Apostando, con una fe ciega en mentiras de otro planeta. Con unas
costuras de errores pasados. Con dos botellas de whisky y una puesta de sol.
Porque me jode la vida que quieras estar tan lejos y tenerme tan cerca. Y
hacerlo al revés, contra la pared, como el amor. Mandarme a la mierda para
morderme la mirada cada vez que me ves. Envenenar de amor utopías mías de niña
pequeña. Cuentos de hadas donde se coló el lobo feroz. Me sobras, me estorbas,
te empujo y no te marchas. Vienes a romper las pocas certezas que construyo.
Débiles como hospitales. Teñidas de una ignorancia huérfana. De un querer creer
que puedo sin ti. Cuando no. Cuando te me cuelas por todas las rendijas de los
domingos. Y que los sábados ya no sonrío tanto, es más verdad que nunca. Cuando
esperas en los portales llamando para decir que te vas. Y te encuentro
despierto, con el capricho de contemplarme otra vez. Como si fueramos ese ayer
donde eramos nosotros y no nuestros miedos. Cuando entre sonrisas, dejabamos
las palabras bonitas para otro día. Y nos besabamos con furia, como si ya
estuvieramos perdiéndonos. Lo sé. No hay nada que hacer cuando te enamoras de
un pájaro. No hay pluma que no me hable ya de ti. De cada vez que vuelas y te
vas en busca de más calor. Con la excusa de sobrevivir. Dejándome a mí en el
invierno más inhumano. En el lugar más inhóspito que conozco. Ese al que llaman
soledad. Y es que aún sin alas volabamos bien alto. Diciembre nos envidiaba.
Pero como dos torpes que no se cansan de tropezar, creimos que el mundo era
nuestro. Y fue ahí, en el punto más caro del deseo, donde se acabó el amor.
Dejamos de pertenecer a ese mundo que nos pertenecía. Sacamos los vasos y
brindamos. ¡Que le den por culo! Y yo aún sigo preguntándome como volver a tu
vida sin tener que recorrer esos caminos tan llenos de dudas. Llama a Bécquer,
porque no he vuelto a ver golondrinas en el balcón. Y no quiero tener que
asumir que te quiero más que nunca. Porque yo que era tan de nadie, no me
encuentro si no es contigo. Has colocado mis lunares en su sitio. Cerca de tus
labios. Y ya no hay botellas que me abran los ojos. No es más que el juego de
tus vaivenes el que me tiene atrapada. Como quien elige cara cuando sale cruz.
Y ríe en un martes trece. A falta de tus caricias, me llevo tu recuerdo. Ya
sabes. Hay quien se resigna a vivir olvidando. A pertenecer a cualquiera que no
se llame “yo”. Sé que no hay tiempo para reflexiones en tu mente “carpe diem”.
Aprovechemos el tiempo. No sé tú. Pero yo para vivir. Elijo tu boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario