29 de noviembre de 2015

Carta nº34


He tachado ya tres veces la carta que no te escribiré, he mirado cuatro por la ventana y sé que no te puedo esperar. Maldigo todo lo que me recuerda a ti y mi manía de no acertar. No sé pulsar el botón a tiempo, ni bailar el vals al compás de la vida, se me desbocan los latidos cuando estás cerca, acelero y luego nunca sé volver. 
He consumido tus recuerdos mientras dejaba apagar la llama de ese último cigarrillo insípido. Eres una droga dulce, la última gota de un vaso, el adiós que nadie se espera. Y yo soy ese náufrago que intenta encontrar el camino de vuelta hacia tu espalda, que mira al cielo con la esperanza de descifrar una vez más la constelación que forman tus cuatro lunares. 
Y siempre me quedo perdida. 
Ciega sin la luz de unos ojos que iluminaban hasta al amanecer. Soy esa marinera que navega sin saber a dónde tiene que llegar. Sin brújula ni destino. Sin pisar nunca tierra firme. 
Las velas de mi barco son dos alas que se agitan pidiendo al mundo una piel que sin peros haga estremecer a la mía. Pero vuelve a pillarme la tormenta. 
Sin paraguas. 
Sin el abrigo de unas manos que antes juraban estar enamoradas. ¿Y ahora qué? Dónde está el salvavidas cuando uno deja de creer en la esperanza de recuperar eso que le hacía sentir tan vivo. Dónde quedan las horas gastadas encima de una cama que parece haber perdido la memoria. 
Las ciudades  también se han olvidado de que una noche les dimos vida 
¿A dónde has ido amor? 
Que me has dejado la calma despeinada, el invierno encima y unos pies que ya no tienen ganas de caminar si no es para encontrarte. Una lágrima que no cae pero que permanece deslizándose día y noche por todo mi cuerpo. 
Recuerdo cuando decías que todo llega siempre cuando tiene que llegar y ahora siento que no es justo que nuestro tiempo haya pasado, porque me quedaban tantas cosas que decirte, tantas lunas que regalarte, que se me va a hacer imposible coser el vacío tan grande que has dejado dentro de la herida. 
Tú que prometiste curarme las cicatrices con besos de madrugada, con abrazos a contrarreloj y te quieros a deshora, has hecho que el tiempo se pare y que las agujas no avancen. 
Y aunque supongo que es verdad que todo llega cuando tiene que llegar, te he preparado café y se está enfriando. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario