He tachado ya
tres veces la carta que no te escribiré, he mirado cuatro por la ventana y sé
que no te puedo esperar. Maldigo todo lo que me recuerda a ti y mi manía de no
acertar. No sé pulsar el botón a tiempo, ni bailar el vals al compás de la
vida, se me desbocan los latidos cuando estás cerca, acelero y luego nunca sé
volver.
He consumido
tus recuerdos mientras dejaba apagar la llama de ese último cigarrillo
insípido. Eres una droga dulce, la última gota de un vaso, el adiós que nadie
se espera. Y yo soy ese náufrago que intenta encontrar el camino de vuelta
hacia tu espalda, que mira al cielo con la esperanza de descifrar una vez más
la constelación que forman tus cuatro lunares.
Y siempre me
quedo perdida.
Ciega sin la
luz de unos ojos que iluminaban hasta al amanecer. Soy esa marinera que navega
sin saber a dónde tiene que llegar. Sin brújula ni destino. Sin pisar nunca
tierra firme.
Las velas de
mi barco son dos alas que se agitan pidiendo al mundo una piel que sin peros
haga estremecer a la mía. Pero vuelve a pillarme la tormenta.
Sin
paraguas.
Sin el abrigo
de unas manos que antes juraban estar enamoradas. ¿Y ahora qué? Dónde está el
salvavidas cuando uno deja de creer en la esperanza de recuperar eso que le
hacía sentir tan vivo. Dónde quedan las horas gastadas encima de una cama que
parece haber perdido la memoria.
Las
ciudades también se han olvidado de que una noche les dimos vida
¿A dónde has
ido amor?
Que me has
dejado la calma despeinada, el invierno encima y unos pies que ya no tienen
ganas de caminar si no es para encontrarte. Una lágrima que no cae pero que
permanece deslizándose día y noche por todo mi cuerpo.
Recuerdo
cuando decías que todo llega siempre cuando tiene que llegar y ahora siento que
no es justo que nuestro tiempo haya pasado, porque me quedaban tantas cosas que
decirte, tantas lunas que regalarte, que se me va a hacer imposible coser el
vacío tan grande que has dejado dentro de la herida.
Tú que
prometiste curarme las cicatrices con besos de madrugada, con abrazos a
contrarreloj y te quieros a deshora, has hecho que el tiempo se pare y que las
agujas no avancen.
Y aunque
supongo que es verdad que todo llega cuando tiene que llegar, te he preparado
café y se está enfriando.
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