13 de agosto de 2014

Sobre papel mojado

Tengo miedo, miedo a dártelo todo y que no sea suficiente, y quedarme vacía, y no tener suficiente oxígeno para respirar cuando no estés, y que mis palabras se queden en el aire, que no te lleguen, que no las creas, que arrugues el papel de la carta en la que te regalé mi alma en párrafos que desnudaban todos mis sentimientos. Viste todas mis cicatrices, viste cada una de mis heridas reabrirse poco a poco al deslizar tus manos sobre ellas. Y sigo sin saber si algún día de los 365 del año me has amado la mitad de lo que yo te amé.
Sigo sin creer que la vida pueda partirlo todo en un segundo, dejándonos el alma en un eterno invierno nevado de gritos ahogados, de lágrimas que pesan, de mantas que no abrigan, de sonrisas rotas, de sueños en el tintero, de manías, de fantasmas detrás de las ventanas, de cafés fríos y ojos cerrados. De lluvias incesantes, de corazones encerrados en corazas de hielo, de lunas castigadas, de papeles mojados de las lágrimas que no dejan a la pluma continuar, de ojos cansados de mirar el horizonte por el que nunca saldrá el sol, de versos inacabados, de abrazos al aire, de todo y tal vez de nada.
Guárdame en el lugar en el que se detenga el tiempo, en el que los te quiero no pierdan el valor con el vaivén de cada mes. Guárdame en el hueco de tu corazón al que nadie haya llegado. Resérvame ese diez de septiembre eternamente. Y quédate entre mis líneas, cobíjate dentro de mi cuaderno porque allí es donde acudiré a visitarte cada vez que tenga frío y no pueda con la vida. Cada vez que oiga llover.

Allí es donde estaré cuando quiera recordar todo lo que nunca volveré a oirte decir. Donde el cuento será eterno y el final de la que un día fue nuestra historia sólo lo decidirá el destino. Enciérrame en una de esas cajas de muñecas, para que al abrirla, escuchando su melodía recuerdes las canciones que yo te cantaba al oído. Para que sueñes con volver hacia atrás y con haber podido evitar que un relámpago nos asustara, o que la vela se apagase en medio de la tormenta, dejándonos sin la luz necesaria para ver que un día nos quisimos tanto, que sin querer, nos empezamos a perder.

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